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In the bustling world of filmmaking, stories often emerge from the depths of personal experiences, shaping narratives that echo the realities of those who may not have a platform to share their voices. Florencia Krochik, co-director of the documentary film “Si Pudiera Quedarme (If I Could Stay),” is a testament to this powerful form of storytelling. As her film takes center stage at the Human Rights Watch Film Festival this Saturday at the San Diego Museum of Art in Balboa Park, Krochik reflects on her journey and the profound impact of sharing the stories of Jeanette and Ingrid, the subjects of her documentary.
Krochik’s narrative begins with her own immigration journey from Argentina to the United States during her teens, a path that set the stage for her passion as a storyteller and filmmaker. “I had always had a passion for storytelling, but I think my experience with immigration, specifically in America, really shaped the direction my career took,” Krochik shares. Her firsthand encounters with the complexities of the U.S. immigration system led her to a decision: she would tell the stories of immigrants often overlooked by mainstream media, aiming to humanize their experiences rather than reducing them to political caricatures.
The genesis of “Si Pudiera Quedarme” is intertwined with Krochik’s earlier work on a feature film about undocumented youth in Los Angeles. It was during this time that she crossed paths with Theo Rigby, her co-director on the current project, who shared a similar passion for telling immigrant stories without politicizing them. Their partnership became the cornerstone of a dream collaboration, with both directors committed to humanizing the immigrant experience.
A significant aspect of Krochik’s storytelling lies in her personal connection to the subject matter. As an immigrant herself, she acknowledges the emotional weight that comes with delving into stories of undocumented individuals. “In all my work, I have to see myself in the stories that I tell,” she reflects. Krochik’s journey becomes a poignant exploration of her own trauma, interwoven with the narratives of Jeanette and Ingrid, who navigate the challenges of being in sanctuary while advocating for change.
Building trust with her subjects, particularly in the vulnerable position of undocumented individuals, posed a unique set of challenges. The five-year duration of the documentary’s production is acknowledged by Krochik as an essential element of the storytelling process. “When you make the decision that you’re going to tell someone’s story, you have to make a commitment that you’re going to be a part of their story long term,” she states. The extended timeframe not only encapsulates the challenges of filmmaking but also reflects the depth of relationships formed with the subjects, solidifying their place in Krochik’s life beyond the confines of the documentary.
Challenges, both in securing funding and navigating the complexities of trauma, are not brushed aside by Krochik. Instead, she sees them as integral components of the storytelling process. “It’s almost a way of working through my own trauma,” she shares. The documentary becomes a vessel for Krochik to process her experiences while shedding light on the broader issues surrounding immigration.
As “Si Pudiera Quedarme” prepares to make its debut at the Human Rights Watch Film Festival, Krochik hopes that audiences will see beyond the political discourse surrounding immigration. “I hope that people are able to understand that the U.S. immigration system is broken, has real human cost to it, and change needs to come,” she passionately states. The film, a love poem to motherhood and a reflection of the undocumented immigration experience, serves as a poignant reminder of the millions of untold stories waiting to be heard.
In a world where empathy often takes a backseat to political rhetoric, Florencia Krochik emerges as a beacon of compassionate storytelling, using her lens to bridge gaps and amplify the voices of those who yearn to be heard.
For more information on how to watch Si Pudiera Quedarme this Saturday, visit the film festival’s schedule here.
En el bullicioso mundo del cine, las historias a menudo emergen de las profundidades de experiencias personales, dando forma a narrativas que hacen eco de las realidades de aquellos que pueden no tener una plataforma para compartir sus voces. Florencia Krochik, co-directora del documental “Si Pudiera Quedarme,” es un testimonio de esta poderosa forma de contar historias. Mientras su película toma el centro de atención en el Festival de Cine de Human Rights Watch este sábado en el Museo de Arte de San Diego en Balboa Park, Krochik reflexiona sobre su viaje y el profundo impacto de compartir las historias de Jeanette e Ingrid, las protagonistas de su documental.
La narrativa de Krochik comienza con su propia travesía de inmigración desde Argentina a los Estados Unidos durante su adolescencia, un camino que preparó el escenario para su pasión como narradora y cineasta. “Siempre había tenido una pasión por contar historias, pero creo que mi experiencia con la inmigración, específicamente en América, realmente dio forma a la dirección que tomó mi carrera”, comparte Krochik. Sus encuentros de primera mano con las complejidades del sistema de inmigración de EE. UU. la llevaron a una decisión: contar las historias de inmigrantes a menudo pasadas por alto por los medios de comunicación convencionales, con el objetivo de humanizar sus experiencias en lugar de reducirlas a caricaturas políticas.
El origen de “Si Pudiera Quedarme” está entrelazado con el trabajo anterior de Krochik en una película sobre jóvenes indocumentados en Los Ángeles. Fue durante este tiempo que se cruzó con Theo Rigby, su co-director en el proyecto actual, quien compartía una pasión similar por contar historias de inmigrantes sin politizarlas. Su colaboración se convirtió en la piedra angular de una colaboración soñada, con ambos directores comprometidos a humanizar la experiencia de los inmigrantes.
Un aspecto significativo del relato de Krochik radica en su conexión personal con el tema. Como inmigrante, reconoce el peso emocional que conlleva adentrarse en historias de personas indocumentadas. “En todo mi trabajo, tengo que verme en las historias que cuento”, reflexiona. El viaje de Krochik se convierte en una exploración conmovedora de su propio trauma, entrelazado con las narrativas de Jeanette e Ingrid, quienes enfrentan los desafíos de estar en santuario mientras abogan por el cambio.
Construir la confianza con sus sujetos, especialmente en la posición vulnerable de las personas indocumentadas, planteó un conjunto único de desafíos. La duración de cinco años de la producción del documental es reconocida por Krochik como un elemento esencial del proceso narrativo. “Cuando tomas la decisión de contar la historia de alguien, debes comprometerte a ser parte de su historia a largo plazo”, afirma. El tiempo extendido no solo encapsula los desafíos de hacer cine, sino que también refleja la profundidad de las relaciones formadas con los sujetos, consolidando su lugar en la vida de Krochik más allá de los límites del documental.
Los desafíos, tanto para asegurar financiamiento como para navegar las complejidades del trauma, no son pasados por alto por Krochik. En cambio, los ve como componentes integrales del proceso narrativo. “Es casi una forma de trabajar a través de mi propio trauma”, comparte. El documental se convierte en un vehículo para que Krochik procese sus experiencias mientras arroja luz sobre los problemas más amplios relacionados con la inmigración.
A medida que “Si Pudiera Quedarme” se prepara para su debut en el Festival de Cine de Human Rights Watch, Krochik espera que la audiencia vea más allá del discurso político que rodea a la inmigración. “Espero que las personas puedan entender que el sistema de inmigración de EE. UU. está roto, tiene un costo humano real y necesita cambiar”, declara apasionadamente. La película, un poema de amor a la maternidad y un reflejo de la experiencia de la inmigración indocumentada, sirve como un recordatorio conmovedor de los millones de historias no contadas que esperan ser escuchadas.
En un mundo donde la empatía a menudo queda en un segundo plano frente a la retórica política, Florencia Krochik emerge como un faro de narración compasiva, utilizando su lente para cerrar brechas y amplificar las voces de aquellos que anhelan ser escuchados.
Para obtener más información sobre cómo ver Si Pudiera Quedarme este sábado, visita el programa del festival de cine aquí.
Article by Pollyana Ramos Tucker